Soyinka by Alfonso Sánchez

Soyinka by Alfonso Sánchez

autor:Alfonso Sánchez
La lengua: spa
Format: epub
editor: GRP
publicado: 2019-01-15T00:00:00+00:00


XIX

Volteando lentamente para darse cuenta de lo que ocurría en el mercado, se alejaban los dos jóvenes y la negra tratando de no llamar la atención; confundiéndose entre la gente que se retiraba apresurada, principalmente los negros e indígenas, para no verse involucrados en aquella reyerta. Sabían que ante la frustración de considerarse burlados por los esclavos negros, los soldados descargarían su furia sobre quién estuviera más cerca.

Unos metros adelante se detuvieron y escondidos entre unos puestos de fruta voltearon a ver qué pasaba. Los soldados en tropel perseguían a Nyymba. Se escuchaban algunos disparos y gritos cada vez más lejanos. Parecía que no lograban atrapar al fugitivo. En la plaza se veía un movimiento muy grande de personas. Los curiosos se arremolinaban queriendo saber qué sucedía dificultando el paso de los transeúntes. Esperaban ver a los perseguidores regresar con el cimarrón y poder disfrutar del castigo que se le impondría.

Los tres negros sabían que tenían una sola oportunidad. Se retiraron apresurados, pero sin correr para no llamar la atención. Nuevos gritos los hicieron volver la cabeza hacia la plaza. Aceleraron el paso y se perdieron por una calle larga que al final los llevaría a la serranía.

—Vamos bien. ¡Pronto no tendremos de que preocuparnos! —les aconsejaba la vieja sin reducir la velocidad del paso.

Nerviosos y esperanzados veían que la distancia entre la última casa y el campo era poca. Los nuevos gritos que escucharan momentos antes se debían a que había sido descubierta su fuga. Ahora no buscaban a un esclavo fugitivo sino a varios, entre otros, a ellos tres.

El alboroto no se había hecho esperar. Los guardias corrían por el mercado buscando a los fugitivos. En realidad no sabían a quién buscar. Sólo sabían que eran negros fugitivos. Confundidos golpeaban y ataban a los primeros que encontraban. Si protestaban, los golpeaban más aún. Pensaban en recuperar a negros fugitivos y les parecía que cualquiera era culpable. Esta confusión favoreció la fuga de quienes pretendían huir.

La hechicera, Soyinka y Alí Osein lograron llegar al campo. Ya en él, corrieron con todas sus fuerzas. Querían poner la mayor distancia de por medio entre ellos y sus perseguidores.

—¡Debemos llegar a las rocas!

—¡Nos esconderemos entre aquellos árboles y la vegetación nos albergará y protegerá!

Pronto la hechicera perdió fuerzas. Agotada por el esfuerzo, se dejó caer sobre una roca.

—¡No puedo correr más! ¡Huyan ustedes, rápido, su juventud los ayudará a escapar!

Al escuchar a la anciana quejarse y jalar aire con dificultad, los jóvenes regresaron y a rastras la llevaron hasta donde pudieron encontrar un refugio.

—Desde aquí podremos mirar hacia el poblado —dijo jadeante Alí Osein—, y vigilar si somos perseguidos, mientras ella se recupera.

La cacería dio sus frutos. Entre la confusión lograron detener a dos fugitivos que no atinando qué hacer se habían refugiado en un almacén. Escondidos entre los bultos de mercancías, temerosos y hambrientos quisieron mitigar sus necesidades. Comían ávidamente lo que pudieron llevarse a la boca. El tiempo que dedicaron a envolver algunos alimentos para llevárselos, hizo que los descubrieran.



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